La 1 de la noche. Sofá, manta, estufa. He ido al cine solo. He visto la película El lado bueno de las cosas. He comido palomitas, he bebido coca cola light. Ahora como galletas de avena y bebo leche de avena. No sé si tanta avena es buena. He forrado el libro El poder del ahora para leerlo en el metro sin que me de vergüenza. No permito que la gente me vea leyendo algo inferior a Joyce. Tal vez Henry Miller, tal vez John Gardner. Noto el poder de los ansiolíticos. Encuentro la paz sin necesidad de encender la tele o escuchar música.

Constantemente me planteo el sentido de todo. Ya sé, ya sé que nada tiene sentido, que todo es vacío y por lo tanto cualquier cosa por pequeña que sea, es una suma, es un algo por lo que estar agradecidos. Este mínimo espacio y tiempo en que corremos por el mundo haciendo qué, barriendo el suelo, raspando la mierda incrustada, moviendo el volante, metiendo libros en bolsitas. Paso demasiado tiempo solo.
La razón por la que escribo es la razón por la que no me corto las venas. Hay algo dentro que me dice todo el rato para qué. Una ausencia de pasión, una ilusión inexistente. Nada que sea más grande que yo mismo me interesa. Nada que sea yo mismo es importante. Después de 12 años como jugador profesional, después del anillo de campeón, después de ser el puto number one, cumples 35 años, pierdes el título, dejan de hacerte fotos, desapareces, tu momento solo te sirvió para que hablaran de ti un tiempo absurdamente innecesario, intrascendete, tal vez fuiste aclamado en tu provincia, tal vez el alcalde quiso apretar tu mano alguna vez. Alguien algún día le pondrá tu nombre a una plaza, a un parque, a una biblioteca. Alguien, quizá, incluya alguno de tus libros en la bibliografía 20 años después.
Mohamed Alí, Michael Jordan, Pete Sampras, son nombres conocidos y vídeos en youtube, hombres con canas, gente de la que hablar cuando ya no estén, durarán un par de generaciones, no serán nadie, unas fotos, el sedimento de los ríos, una banderita de color en un templo tibetano. Miro la gente bien vestida, reflexiono sobre las horas frente al espejo, las horas de gimnasio, las horas en la playa vuelta y vuelta porque quiero estar moreno y que se note, toda esa pérdida para brillar unos segundos y apagarse.
Si he de brillar quisiera hacerlo bien. Quisiera entrar en casa y que se note, unos aplausos, unos abrazos, un beso de buenas noches. El brillo de la manta en un día de lluvia, la luz de la persona que se ocupa de ti, esa persona que se sienta contigo en cualquier parte, la que te llama, la que te da la mano, la que hace que vivir sea algo más que escribir poemitas. El arte de estar juntos. El arte de ser tú sin estar solo.
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