
Esta semana me ha dado por cenar bocadillos de chorizo ibérico, pepinillos y queso feta con cerveza Xibeca o Coca Cola Light, depende del día. Llego del trabajo con hambre y hago esta merienda-cena saludable mientras leo LA MUERTE DEL PADRE de Karl Ove Knausgård. Este libro me gusta mucho, me trae recuerdos de infancia, recuerdos de cuando pintaba con boli azul el papel de pared del cuarto de baño mientras cagaba o cuando intentaba conquistar el amor de mi vecina Mari Carmen regalándole una calculadora. Mi vecina me enseñó a besar con lengua a los 6 años. Era gordita y olía a fresa, a cereza, o algo así, algo dulce. Sus besos no estaban mal, pero a esa edad yo prefería un buen bocadillo de chorizo. Igual que ahora.
Juro que intento comer frutas y verduras, Haruki Murakami come muchas frutas y verduras y corre todos los días. Haruki Murakami pretende vivir muchos años y pretende escribir muchos libros. Los escritores profesionales, concienciados con la debilidad de la carne y la fragilidad de nuestra escasa salud, tienden a cuidarse y comer bien. Cuando algunos jóvenes aprendices le pedían consejo a Roberto Bolaño, éste les decía siempre que comieran mucha verdura. Roberto Bolaño murió por problemas de hígado, fumaba mucho y tenía los cajones llenos de poemas impublicables. Yo intento hacer abdominales y correr a diario, pero desde que volví de vacaciones hace casi dos meses, he vuelto a caer en la vida bohemia y mal alimentada de un escritor de 35 años.
Me gustaría comer unas coles de bruselas con un filete de pollo a la plancha, pero lo rápido es pedir unos nachos con queso y huacamole y una caña, tenemos prisa y pocas ganas de cocinar, tenemos hambre y nos pedimos luego una pizza 4 estaciones o unas fajitas. De todos modos esto es temporal, mi cuerpo no aguantará mucho tiempo así, soy hipocondríaco y sé que puedo morir si no me cuido. A veces me salen manchas en la piel. A veces tengo un dolor raro en los riñones. Por suerte, me mantengo en mi peso ideal, pero debo volver a la fibra, debo volver a los clásicos, leo demasiada literatura moderna, autores demasiado vivos, demasiado posmodernos, mucho fragmento, mucho texto inacabado, necesito volver al inicio, nudo y desenlace de toda la vida, al érase una vez, a la lechuga, al tomate con aceite, a la cuchara.
De todos modos no es fácil. Por ejemplo, ahora, tengo hambre, quiero poner una peli y hacerme unas palomitas en el microondas. La mala alimentación me lleva por el camino de la literatura visceral, las hamburguesas tienen mucha más relación con la literatura de Jack Kerouac que un plato de sopa. Tengo miedo de empezar a comer bien, empezar a sentirme bien, ponerme corbata y camisas, madrugar, darle un beso a mi mujer, coger el maletín, coger el coche, llegar pronto a la oficina. Tengo miedo de vivir al 100% de mis capacidades porque con un poco más de energía por las mañanas sería capaz de cualquier cosa, cualquier locura. Pero hay que arriesgarse, hay que echarle huevos. Mañana mismo pienso hacerme un buen zumo de naranja. A ver qué pasa.
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