Y si no tienes nada que decir, ¿también es bueno escribir? dicen los expertos que uno de cada cuatro escritores en crisis creativa escriben sin parar y casi sin alimentarse y aun así sobreviven y al cabo de los meses sobreviene la obra literaria casi casi sin querer. Entonces yo hoy hago caso de lo que dicen los expertos y me convierto en uno de esos uno de cada cuatro escritores y escribo aquí sin tener nada que decir.

Mi desayuno de hoy: copos de avena integrales de agricultura ecológica, café Marcilla para cafeteras Nespresso con leche de soja Vivesoy (he tenido que bajar al paqui a comprarla, ya que se me había acabado la leche de soja ecológica, que está más mala pero es más sana, lo sano sabe peor, lo sano es duro), un terrón de azúcar de esa que dicen en el super que es azúcar moreno pero que en realidad es azúcar normal un poco oscura, espero que mañana no se me olvide comprar azúcar integral en mi supermercado de moda, y una napolitana de chocolate recién hecha, o casi recién hecha, en mi panadería de moda. Este es mi desayuno, esta es mi vida mientras leo el país.com y me acuerdo un poco de lo que hice ayer. Aunque no debería pensar en ayer. El poder del ahora dice que hay que estar aquí y ahora y respirar y sentir cada roce de tejido en la piel, cada golpe de tecla en la yema de los dedos, cada vibración de los huesecillos del oído gracias a Spotify. La luz en mi retina, el café en el cielo de mi boca.
Todo esto está muy bien, pero debería hacer deporte. He vuelto a engordar. Imagino que esto del deporte es como esto de escribir, aunque no tengas ganas hay que hacerlo, así, sin darte cuenta, tu cuerpo empieza a reaccionar y a quemar grasas, toxinas, metales pesados.
Echo de menos a mi gata. La gata de la foto es mi gata, se llama Sola. Tiene 2 años y medio. La crié en Málaga, cabía en la palma de mi mano, estuvimos un año juntos, un año en guerra, un año jugando y saltando y durmiendo juntos. Yo le tiraba una pelota de papel y ella la cogía con la boca y me la traía al sofá para que volviera a tirársela. Luego, al venir a Barcelona pensé que sería más feliz en un piso grande y no de mudanza en mudanza, así que se la dejé a mi padre para que la cuidara en la casa del pueblo. Esto es amor. Es verdad eso que dicen que cuando quieres de verdad a alguien, pones su felicidad por delante de la tuya. Pues yo hago esto con la felicidad de mi gata. Si mi gata viviera aquí conmigo, estaría sola (de ahí su nombre) casi todo el rato, viviría en un piso pequeño, sin derecho a las zonas comunes (comparto piso), sin poder salir a la terraza ni maullar a las palomas. Es verdad que estaría conmigo, y a lo mejor eso es lo que en el fondo quiere mi gata. Agua, arena, latas de comida y estar conmigo, tal vez, pero cuando voy a verla la veo bien, está en buenas manos, mi padre la cuida mejor que yo y sé que a él le gusta tenerla cerca. Así que, esto es amor.
Yo seguiré solo, sin gata que me maulle ni perra que me ladre.
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